jueves, 27 de marzo de 2008

La Antártida se derrite


Deshielos extraordinarios y la novedad de las lluvias están modificando la fisonomía antártica. Argentina investiga los cambios.


Gustavo Sierra. ESTACION VALVERDE, ANTARTIDA. ENVIADO ESPECIAL
gsierra@clarin.com¨
La huella que se deja en la Antártida puede perdurar más tiempo que la vida de la persona que da ese paso. El hielo es capaz de guardar los mayores secretos por millones de años. Pero eso era una verdad científica hasta ahora. El cambio climático lo está modificando todo en esta tierra mítica. Voy dejando las huellas de mis botas en un hielo que se está derritiendo. Caminamos sobre trozos de témpano en la bahía López de Bertodano, en la isla Seymour, rumbo al campamento donde se construye la Estación Científica Valverde. Allí, si la Cancillería argentina pone pronto la firma para que llegue el dinero de un convenio con Brasil, comenzarán a estudiar las emanaciones de metano que desde el lecho marino se producen cada vez con mayor intensidad, y que contribuyen enormemente al efecto invernadero. Mi guía es el geólogo Rodolfo del Valle, de la Dirección Nacional del Antártico, un veterano de 35 años de trabajo antártico con más de 60 campañas en el Polo Sur. "Esto me provoca una tristeza enorme. Esta tierra está cambiando a un ritmo frenético. La Antártida que yo conocí está desapareciendo. Si lo tuviera que decir en términos no científicos, se está derritiendo".Cruzamos de un trozo de hielo de unos diez metros de largo por cuatro o cinco de ancho a otro más pequeño pero de consistencia transparente. Este es hielo milenario, de las barreras que cubrían las costas de la península antártica, la zona reclamada por Argentina como su territorio. Son icebergs que comenzaron a desprenderse del que se creía era un hielo eterno. Todo comenzó el 28 de enero de 1995, cuando colapsó en apenas unas horas la barrera de Larsen A, de unos 1.600 kilómetros cuadrados y hasta 300 metros de espesor. Las barreras son plataformas de hielo que fluyen sobre el mar. La causa fue muy simple: había aumentado la temperatura a niveles nunca vistos. En la base argentina Marambio, la más cercana al lugar, se habían registrado ese verano temperaturas bastante por encima de cero grado: fue el verano más cálido registrado hasta ese momento. El siguiente desastre sobrevino en el 2002. Entre el 31 de enero y el 17 de febrero se desintegró la barrera Larsen B. Colapsaron casi 800 kilómetros cuadrados de hielos de un promedio de 230 metros de espesor, de los cuales sólo unos 30 metros emergían del agua. Otra vez, se estaban batiendo los récords de calor. Claro que no fue sólo el calor. También está la lluvia. Hasta hace unos 20 años aquí sólo nevaba. Pero ahora en la península antártica llueve casi todos los días y eso hace que los glaciares se derritan."El día en que supimos lo de la barrera de Larsen casi me pongo a llorar. Los seres humanos tendríamos que recordar ese día. Es un hito en la era de la destrucción de nuestro planeta. Y casi nadie en el mundo tiene idea de lo que sucedió", cuenta Rudy del Valle mientras sorteamos los últimos trozos de témpanos que fueron traídos hasta la costa por un viento de 50 nudos (unos 90 kilómetros por hora) que sopló la noche anterior. Tenemos que alcanzar la moto Polaris que está en tierra firme y es la única capaz de sortear esta geografía lunar donde hasta hace apenas unos días había un glaciar que se fue perdiendo en la bahía como ocurre cada verano desde hace 60 millones de años. La diferencia es que en este febrero ya no hay rastros de esa capa helada.En el campamento nos espera Jorge Lusky, un experto en navegación y logística antártica. Se lo puede ver desde lejos, sosteniendo los tablones que martilla Jesús, el carpintero del Ejército que está terminando la casa principal del laboratorio. Hugo, enfermero, cocinero, pintor, reparador de todo, alcanza las herramientas mientras mira de reojo la olla de puchero que vamos a comer esta noche. Ellos tres y Rudy del Valle son los arquitectos, constructores y hasta decoradores del instituto que le permite a la ciencia argentina determinar la cantidad precisa de metano que está saliendo a la atmósfera y ver cómo esto recrudece el calentamiento global. El metano es el tercer factor más grave del efecto invernadero, junto al vapor de agua y el dióxido de carbono.Argentina también podría tener la información para saber si esta zona que reclama como propia -aunque el Tratado Antártico firmado en 1959 por Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y Estados Unidos no otorga soberanía de ningún territorio y prohíbe toda explotación- contiene una reserva energética superior a la del petróleo de Oriente Medio. "Este es un proyecto fundamental, en el que venimos trabajando desde hace años. Ahora tenemos la oportunidad de que la Universidad de San Pablo otorgue 3,5 millones de dólares para ponerlo en marcha, pero aún no está la decisión. Nosotros seguimos adelante con la convicción de que tendremos uno de los mejores centros científicos de la Antártida. Y para eso estamos dispuestos a clavar, a serruchar, a hacer pozos y a vivir en carpas por meses. Nosotros somos del hielo, somos una parte más de este territorio único", explica Del Valle, mientras frente a nosotros el sol cambia la luz y hace que el mar se vea en un tono rosa fuerte, el hielo celeste y las montañas de un marrón muy claro. La isla Cockburn, levantada de sedimento volcánico, le da un toque de negro azabache muy brillante.El viento casi se detiene y la temperatura está por los dos o tres grados bajo cero. Para la Antártida es un día de primavera. Con esas condiciones se puede prender el fuego y pronto aparece sobre la parrilla un enorme bife de chorizo adobado por Hugo, un suboficial del Ejército con dos invernadas en este territorio. Comemos afuera sobre una mesa improvisada con una plancha de metal de las que se usan para hacer las paredes del laboratorio. Rudy me cuenta su vida con una enorme tristeza. Le acaban de avisar por el teléfono satelital que su mamá de noventa años se rompió la cadera. "Justo anoche se fue un avión. Ahora tengo que seguir penando desde 4.000 kilómetros de distancia. Esta es la vida del antártico", dice, y mira al horizonte donde sobresalen los conos de hielo de la isla James Ross teñidos de un rojo intenso por el sol que se va.Es hora de ir a dormir a la carpa anaranjada, donde un skua (especie de gaviota grande color marrón oscuro) se posó en el mástil. Mañana hay que levantarse muy temprano para regresar a la base Matienzo y volar en los helicópteros hasta un iceberg junto a Pedro Skvarka, el científico argentino que descubrió el quiebre de la barrera Larsen B.
Los pilotos del Bell 212 esperan las confirmaciones que le dan los instrumentos para poder salir. El ingeniero Skvarka está ansioso. Hace tres días que espera viajar hacia "su" glaciar, el de la Bahía del Diablo, en la isla Vega. Lo viene monitoreando desde 1999. Dos veces al año, en febrero y en agosto, va a registrar sus movimientos. En verano depende de los helicópteros de la Fuerza Aérea Argentina. En invierno hace el recorrido en una potente moto de nieve por encima del mar congelado. Finalmente los helicópteros sobrevuelan la isla Seymour. Desde el aire se puede ver cómo flotan en el Mar de Weddell decenas de miles de témpanos. Desde siempre, los glaciares avanzaban, desprendían enormes paredes de hielo en el mar y volvían a avanzar. Pero en los últimos años, desde que la capa de ozono se redujo y dejó pasar los peligrosos rayos ultravioletas, los glaciares sueltan en el mar sus bloques de hielo y ya no vuelven a reproducirlos."El 90 por ciento de los glaciares del mundo está en retroceso, y acá se ve mucho más", me cuenta Skvarka mientras el helicóptero se acerca a la isla Vega. Tras 40 minutos de vuelo, el enorme glaciar de la Bahía del Diablo está a la vista. Skvarka lo mira como si hubiera encontrado a su novia. Se pueden ver las dos lenguas de hielo cayendo sobre el mar, pero también enormes porciones de roca entre medio.Los helicópteros bajan en una playa de cantos rodados y descargan cajas con víveres e instrumentos. Nos dejan a Skvarka y a mí y continúan vuelo hasta la cima del glaciar, donde van a dejar una moto de nieve con la que el ingeniero y su ayudante recorrerán varios kilómetros al día. "A simple vista puedo ver un mayor retroceso desde la última vez que vine. Se pueden perder hasta 100 metros por temporada", explica Skvarka, mientras lo ayudo a armar la carpa central de su campamento antes de que se levante más viento y la tarea sea imposible. Cuando los helicópteros regresan ya está firme la estructura. El viento aumenta y los helicópteros tienen que partir de inmediato. Tengo la última imagen desde el aire de Skvarka mirando el glaciar mientras se rasca la cabeza. Creo verle una expresión de desaliento. Si toda esa agua dulce, los 32 millones de metros cúbicos de hielo que cubren la Antártida, se derritieran, el mar podría crecer entre 7 y 70 metros. Lo suficiente como para sumergir, por ejemplo el Delta del Paraná, Puerto Madero o Manhattan. El helicóptero de la fuerza aérea brasileña que lleva al presidente Lula da Silva entra por encima de la bahía Potter y da la vuelta por el imponente nunatak (pico montañoso que aparece dentro de un glaciar) Yamana. Le están dando un tour exclusivo al presidente brasileño que hizo su primera visita antártica a la única base que tiene su país aquí, la Comandante Ferraz, que cumple 25 años. Dos días más tarde llega a la zona el barco oceanográfico Ariel Rocher de la armada brasileña, lanza el ancla y saca a uno de sus dos helicópteros Puma que hace 15 viajes para trasladar a siete científicos de ese país que van a medir la reducción del permafrost, el hielo que queda debajo de la primera capa de hielo y piedras al retirarse los glaciares. Hay otras dos misiones brasileñas en otras islas. El presidente Lula regresa a Brasilia y asegura que su país no tiene ninguna pretensión territorial en la Antártida, pero aclara que "tenemos una definición estratégica de explorar e investigar en el continente". También anuncia un fuerte incremento a los 8 millones de dólares anuales que se gasta en la base Ferraz y la compra de un rompehielos.La controversia en esta zona la lanzó Gran Bretaña cuando en octubre anunció que va a presentar a las Naciones Unidas un reclamo de soberanía de más de un millón de kilómetros cuadrados como extensión de la plataforma continental de las Islas Malvinas. El Foreign Office dice que está recogiendo y procesando datos para extender los derechos de explotación británicos sobre petróleo, gas y minerales hasta 350 millas en el océano Antártico. Una zona que justamente reclaman Argentina y Chile Rusia va mucho más allá. Mientras Lula estaba vestido de anaranjado entre la nieve, Sergei Baliasnikov, el vocero del Instituto Ruso de Investigación Científica del Artico y la Antártida, anunciaba que habían realizado un acto de soberanía inédito y contrario al Tratado Antártico. "La bandera rusa fue colocada en el lecho marino del Polo Sur geomagnético, en las coordenadas 64 grados 28 minutos latitud sur y 137 grados 37 minutos longitud este". La "simbólica" operación fue realizada en el fondo del mar de Durvil por el buque Académico Karpinski. Ocurría apenas seis meses después de que dos minisubmarinos rusos plantaran la bandera en la plataforma submarina del Polo Norte, lanzando una carrera geopolítica de consecuencias imprevisibles. El Tratado Antártico tiene vigencia hasta el 2048 y pone un paraguas protector por sobre toda pretensión territorial, pero el cambio climático está dejando al descubierto demasiadas riquezas y nadie sabe hasta cuándo se va a cumplir.-------------------------El Twin Otter dio dos vueltas por encima de la plataforma de hielo Warszawa, en el centro de la isla King George, hasta que encontró el lugar exacto para aterrizar. Bajó los patines de los esquís y en la tercera pasada se deslizó suavemente por encima del suelo helado para detenerse al final de una pista interminable. El blanco profundo y el silencio penetrante lo envuelve todo hasta que aparece el vehículo de oruga Logan de la base argentina Jubany para rescatarnos. Bajamos tres pasajeros y una buena carga de reserva para la dotación. Entre los que llegan está Jorge Strelin, geólogo, profesor, investigador de la Dirección Nacional Antártica y experto conocedor de este continente. «él también está preocupado por el cambio climático y las transformaciones que vemos. "Cuando lo vi por primera vez, hace 35 años, este mismo glaciar -el Fourcade, que cae señorialmente hacia la bahía Potter— llegaba hasta el pie de la base. Ahora se retiró más de 600 metros. Es muy marcado", comenta Strelin. Aunque advierte que en términos geológicos tenemos que tener cuidado. "Los glaciares oscilaron mucho en los últimos 1.000 años". Encuentro a Strelin y a su ayudante Fernando una semana más tarde en el refugio Elefante de la zona Especialmente Protegida 132, cerca de Punta Stranger. Está exultante. Encontró un liquen y piedras con los que puede probar que existió una pequeña Era del Hielo hace unos 350 años, en la que ese glaciar se retrotrajo más que en este momento. "Esto demuestra que el hielo antártico tuvo grandes oscilaciones en el tiempo, incluso antes de la industrialización que se supone es la que termina produciendo el calentamiento global que vivimos", explica mientras cocinamos unas milanesas en la rústica cocina del precioso refugio. Pero la inquietud y las dudas que plantea Strelin no quedan ahí. Cuenta que es muy probable que las fuertes nevadas y temperaturas extremadamente bajas que hubo en la zona el invierno pasado se deban al hielo desprendido de la barrera de Larsen y otras zonas, como consecuencia del calentamiento global. "Esto es como poner cubitos en un vaso. El agua se enfría. Y eso es lo que ocurrió en el mar. Ese es el fenómeno que mostró la película 'El día después de mañana', el calentamiento termina causando una glaciación", cuenta Strelin mientras podemos mirar por la ventana la llegada de una manada de elefantes marinos de tres toneladas cada uno. La Antártida es extrema y anárquica.
Links a notas de diario
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