jueves, 12 de julio de 2012

Mi huella de carbono

Cada paso, actividad o consumo que hacemos dejan su marca en el planeta: producen dióxido de carbono, uno de los gases responsables del calentamiento global. La buena noticia es que existen formas de calcular y reducir ese impacto individual. ¿Por qué no empezar ya mismo a ser parte de la solución?

Por María Gabriela Ensinck  | Para LA NACION

El planeta está en el horno, y la decisión de frenar el calentamiento global y sus consecuencias (eventos climáticos extremos, inundaciones, sequías, enfermedades y pérdida de cosechas) está en manos de los grandes líderes, pero también en nuestra mesa, nuestra casa y en decisiones tan simples como apagar las luces cuando no se usan u optar por caminar en lugar de usar el auto. Las acciones aisladas no pueden salvar al planeta, pero sumadas hacen la diferencia.
Ya no se trata de que las grandes industrias reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. Hoy, los consumidores son tanto o más responsables de generarlas cuando hacen uso de los productos manufacturados. Y pueden reducir sus emisiones con acciones tan básicas como apagar la computadora cuando no la están usando, o regular la presión de los neumáticos del auto.
Un nuevo concepto está cobrando fuerza en el mundo, y es el de la huella ecológica, que mide cuántas hectáreas de terreno se requieren para satisfacer los consumos de una persona, cuyo componente principal es la llamada huella de carbono. "Esta huella se determina según la cantidad de gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana, y se expresa en unidades equivalentes de dióxido de carbono (CO2)", explica Aleandra Scafati, especialista en sustentabilidad y creadora de la asociación y el portal Ecomujeres (www.ecomujeres.com.ar).
En la Argentina, la huella promedio es de 5.71 toneladas (tn) al año, según un reporte de la Dirección de Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Este número surge de cuantificar las emisiones producidas por el uso de energía, transporte, alimentación y hábitos de consumo y esparcimiento, entre otras actividades.
La huella argentina es superior al promedio mundial (4 tn al año por habitante), pero bastante inferior a la de algunos países desarrollados como el Reino Unido (11,81 tn per cápita anuales) y Estados Unidos (20 tn). En ella, la incidencia mayor corresponde al transporte (51%), le sigue el rubro alimentación (28%), luego energía (20%) y residuos (1%).
A medir se ha dicho
Para medir la propia huella de carbono se puede recurrir a distintas calculadoras online (ver recuadro). Estos instrumentos estiman las emisiones individuales a partir de un cuestionario que indaga sobre los usos y las actividades cotidianas de las personas: qué medio de transporte utilizan para ir al trabajo, cuál es su consumo eléctrico, de gas y de agua mensual, qué porcentaje de carne hay en su dieta. Y aquí, costumbres tan arraigadas y aparentemente inofensivas como comer un par de bifes por semana o el sacrosanto asado de los domingos resultan en un atentado contra la estabilidad climática global, ya que la cría de ganado y la producción de carne vacuna figuran -junto con la deforestación- entre las mayores emisoras de gases de invernadero. Es que el gas metano liberado por las vacas durante la digestión de las pasturas en sus múltiples estómagos, tiene un poder de atrapar el calor en la atmósfera veinte veces superior al CO2.
Pero no se trata aquí de volverse vegetariano de un día para el otro, sino de ser conscientes del impacto de nuestras acciones cotidianas en la salud del planeta, para a partir de allí intentar reducirlo. En este sentido, "más allá de la medición inicial, lo importante es lograr que vaya disminuyendo -aconseja Aleandra Scafati-. Las pequeñas acciones son las que cuentan, y la decisión de cambiar hábitos depende de cada uno de nosotros. Desde Ecomujeres invitamos siempre a pensar si cualquier acción o consumo es necesario hacerlo de la forma en que lo hacemos, o si existe alguna otra manera de hacer lo mismo, pero con menor impacto."
La huella de Aleandra es de 4.7 tn de carbono al año. "La compenso plantando árboles y promoviendo que otros planten también", dice. "También busco reducir mi consumo de energía y gas, camino cada vez que puedo y trato de usar las escaleras en lugar del ascensor, lo que además me ayuda a mantenerme en forma. Evito el consumo de papel, las bolsas innecesarias y trato de optimizar mis compras del supermercado para generar la menor cantidad de residuos posible", enumera.
Dime cómo consumes...
Muchas acciones cotidianas generan emisiones de carbono que contribuyen a acelerar el calentamiento global y el cambio climático. Por ejemplo, cada litro de nafta que consume un auto genera emisiones de CO2 y se estima que un vehículo mediano naftero puede generar su propio peso en dióxido de carbono por año.
En el hogar, el solo hecho de cambiar las lámparas incandescentes por las de bajo consumo ayuda a reducir entre el 10 y el 25% la huella de carbono, ya que requieren cuatro veces menos energía y su vida útil es 8 veces mayor. Arreglar una canilla que gotea impide la pérdida de 100 litros de agua potable al mes, en tanto que, al descongelar alimentos quitándolos del freezer la noche anterior, se evita el consumo de energía a través del microondas.
Las decisiones de compra también influyen en la propia huella de carbono. En los electrodomésticos hay que prestar atención al etiquetado de eficiencia (obligatorio para heladeras y acondicionadores de aire). Aquellos que tienen la letra A son los más eficientes, y la F los menos. Aunque en un primer momento pueden resultar más caros, a la larga generan ahorros de energía que también alivian el bolsillo.
Matías Kalwil, uno de los impulsores de Río + Vos ( www.riomasvosbuenosaires.org/ ), una campaña de movilización juvenil previa a la cumbre de Desarrollo Sustentable de Río + 20 (que tuvo lugar del 20 al 22 de junio en Río de Janeiro) y creador de la iniciativa La Vida en Bici (lavidaenbici.com), está empeñado en convertir la bicicleta en el medio de transporte de preferencia en las ciudades. Este proyecto está siendo apoyado por el programa Climate Champions del British Council y su meta es que en 2030 más del 50% de los viajes urbanos se realicen pedaleando. Esto tiene múltiples beneficios: es más barato, se llega más rápido al sortear piquetes y embotellamientos, y ayuda a combatir el sedentarismo y la obesidad.
Matías es diseñador y trabaja mayormente en su casa, en espacios de co-working o cibercafés, y se mueve permanentemente en dos ruedas. Su huella de carbono es de 3.76. "Sueño con poder combinar un día la bici con una red de transporte público sustentable: trenes, subtes y colectivos donde puedas montar con tu bicicleta", dice.
Después de algunas reuniones de consorcio, logró que en su edificio acondicionen un estacionamiento de bicicletas en la planta baja. "Pero todavía no pudimos activar un sistema de reciclado. Por eso separo la basura, y papeles, cartones y todo aquello que sea reciclable, se lo doy directamente a los recolectores urbanos -cuenta-. Y convierto las botellas de plástico en árboles, gracias a una iniciativa del Banco de Bosques ( www.bancodebosques.org ), que financia la forestación del Parque Nacional La Fidelidad a partir del reciclado de envases PET."
El que calienta, paga
El calentamiento global y su impacto en los ecosistemas es uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad, ya que compromete nada menos que la continuidad de la vida en la Tierra. Según un reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), la temperatura global del planeta aumentó 0,7 °C desde que se inició la era del carbón, a partir de la Segunda Revolución Industrial en 1850. Y se espera un aumento de 2 a 4°C hasta 2100.
"Con un aumento de 1,5°C las consecuencias ya serían devastadoras", advierte Vicente Barros, doctor en Meteorología, investigador superior del Conicet en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos y miembro del IPCC. "Se extinguirá el 30% de las especies, aumentarán las enfermedades como el dengue y la malaria, se perderán tierras y poblaciones por el aumento del nivel del mar, aumentarán las sequías, inundaciones y los eventos climáticos extremos, y el número de desplazados climáticos crecerá de 60 a 120 millones", vaticina.
Según Barros, la Argentina enfrentará, por el cambio climático, un aumento de las precipitaciones y del caudal de los ríos en la zona litoral y pampeana, que podría desembocar en inundaciones. Asimismo, el retroceso de los glaciares provocaría un decrecimiento del caudal de los ríos de Cuyo y cordilleranos, volviendo árida una zona que hoy es productiva.
Para mitigar el aumento de las temperaturas globales, el Protocolo de Kyoto, adoptado en 1997, obliga a un grupo de 37 países industrializados (considerados Anexo 1) a reducir emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a un nivel 5% inferior al registrado en 1990. La primera etapa de compromiso vence a fin de este año, sin que se hayan alcanzado los objetivos. Los mayores emisores actuales de GEI, Estados Unidos y China, no han reducido emisiones. En el primer caso por no haber ratificado el Protocolo, y en el segundo, por no ser considerado país Anexo 1.
Por eso en la última cumbre de Cambio Climático (COP 17) celebrada en Durban, Sudáfrica, en diciembre de 2011, se acordó extender este acuerdo hasta 2017, para delinear otro instrumento legal que entrará en vigencia a partir de 2020. La continuidad del Protocolo de Kyoto mantiene la vigencia de los mercados de carbono. Bajo este instrumento financiero, los gobiernos y las empresas pueden reducir emisiones, invirtiendo en proyectos de producción y energías limpias en países en desarrollo donde los costos son menores. Así obtienen certificados de reducción de emisiones (CER), que son vendidos a organizaciones que pueden compensar sus emisiones comprando estos bonos.
Aunque los principales operadores del mercado de carbono son gobiernos y grandes empresas, existen mercados secundarios donde se negocian estos certificados para aquellas organizaciones que buscan reducir sus emisiones en forma voluntaria. Hoy, cualquier ciudadano puede compensar su huella de carbono comprando bonos de carbono para financiar proyectos de forestación, energías limpias o tratamiento de residuos.
Muchas empresas y organizaciones han comenzado a generar formas de reducir su huella de carbono. Y existe una tendencia a compensar las emisiones en cada evento artístico, político o comercial. Durante la reciente Cumbre de la Tierra Río +20, por ejemplo, los asistentes podían compensar la huella generada por sus viajes en avión, comprando bonos para proyectos de forestación en Brasil a través de Internet. De hecho, la llamada economía verde o baja en carbono fue uno de los temas de discusión del encuentro internacional, en el que no se lograron compromisos importantes por parte de los países, aunque 40 ciudades (entre ellas, Buenos Aires) suscribieron un acuerdo para reducir en un 30% sus emisiones de gases de invernadero para 2027.
Alejandra Cordes, organizadora del Green Film Festival de Buenos Aires, decidió, a partir del año pasado, compensar las emisiones de este evento. "Lo hacemos en forma sencilla, preguntándole a las personas en qué medio de transporte llegan y algunos hábitos de dieta y consumo. A partir de allí calculamos su huella y mediante un acuerdo con la organización Alianza Árboles ( www.alianzaarboles.org ), donamos plantines para que lleven a su casa, los cuiden y al cabo de un año los retiramos para implantarlos en una plaza o bosque nativo."
En lo personal, Alejandra trata de reducir su huella de carbono (actualmente en 4,27 tn de CO2 anuales) a partir de acciones sencillas: separar los residuos, cuidar el agua, ir y volver a la oficina caminando, y evitar el consumo de carne. "Me gustaría hacer más cosas, como por ejemplo instalar paneles solares en mi casa. Pero por ahora es muy costoso", confiesa la emprendedora y futura mamá de Helena, su primera hija.
A favor de la naturaleza
Natural Costamagna tiene un nombre que la describe por completo. La joven cordobesa es, además de estudiante y empleada de comercio, una ferviente activista por la naturaleza. Hace 12 años que es vegetariana, y en 2007 se unió a Greenpeace Argentina como voluntaria. Su huella de carbono es 3,08. "Vivo en un monoambiente, por lo que mis consumos de luz, gas y agua son muy reducidos, y además estoy a 7 cuadras de la Facultad y 14 de mi trabajo, por lo que voy caminando", describe. "Intento no consumir productos que hayan sido testeados en animales, llevo bolsas de tela para hacer mis compras, uso lamparitas de bajo consumo en casa y cuando compro papel para la oficina, busco que tenga certificación FSC (de protección de los bosques)."
Emiliano Fazio, licenciado en Administración y coordinador de Njambre, un espacio de co-working donde se cruzan emprendimientos y sustentabilidad, asegura: "Lo importante no son los resultados individuales, sino la búsqueda de coherencia en medio de las propias contradicciones". Fazio sabe de lo que habla. Durante años fue un exitoso ejecutivo en un banco, luego ingresó en el mundo de la sustentabilidad y las empresas sociales, aquellas que se enfocan en crear valor y empleos de calidad más que en la ganancia. Así conoció a emprendedores que fabrican calefones solares a partir de botellas de plástico, o biocombustibles a partir de residuos orgánicos, a los que decidió impulsar, como inversor y consejero.
"De pronto, me di cuenta de que hablaba mucho de sustentabilidad, pero mi propia vida no era sustentable, ya que usaba mucho el auto y había cosas sencillas que no estaba haciendo, como sellar térmicamente mi casa o empezar a separar los residuos y hacer compost para las plantas", confiesa. La huella de carbono de Emiliano es 8,8 tn al año. A ello contribuyen sus frecuentes viajes en avión, de su ciudad, Mendoza, a Rosario y Buenos Aires. "Si solamente contara lo que puedo hacer por el ambiente, me parecería un esfuerzo inútil. Pero sé que en el mundo somos millones las personas embarcadas en este camino, que no es fácil porque exige creatividad, esfuerzo, y está lleno de obstáculos y contradicciones."
http://www.lanacion.com.ar/1488499-mi-huella-de-carbono