jueves, 5 de junio de 2008

Día Mundial del Medio Ambiente

Se conmemora hoy el Día Mundial del Medio Ambiente, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 con motivo de la apertura de la Conferencia de Estocolmo sobre Medio Ambiente Humano, como un modo de estimular una reflexión acerca de uno de los problemas más graves que nos afectan: el sistemático deterioro ambiental. El lema para este año es "Acabar con la adicción: hacia una economía de bajo consumo de carbono", como un llamado a países, empresas y comunidades para que se esfuercen en reducir las emisiones de efecto invernadero. La dependencia de la energía basada en el carbono ha producido una acumulación considerable de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Como lo ha señalado Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas, nuestro mundo es víctima de una grave adicción al carbono que nos hace negar verdades importantes y no nos permite ver las consecuencias de nuestros actos. Sin duda, su comentario se remite a que un año atrás el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, laureado con el Premio Nobel, desmintió para siempre a los escépticos que negaban el calentamiento de la atmósfera. Hoy es posible afirmar que el cambio climático es una realidad y que ha sido causado por las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. La sistemática tala de bosques es también la causa de este efecto invernadero. No se trata solamente de la demanda de madera y papel, sino también de la presión por más tierras de cultivo, que va haciendo desaparecer, cada año, un porcentaje importante de masa boscosa. La creciente demanda de biocombustibles genera, además, en varios lugares del planeta una amenaza para los bosques, lo que impide que absorban el carbono de la atmósfera, uno de los tantos servicios ambientales que éstos brindan y que no se contemplan como pérdidas al momento de cuantificar el valor de un bosque. El Informe de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio señala que, al examinar los valores económicos -comercializados y no comercializados- relativos a los bosques, se constata que la madera y la leña originan, por lo general, menos de un tercio del valor económico total de los bosques de cada país, mientras que otros valores, como las actividades recreativas, la protección de cuencas y la captura de carbono, pueden justificar hasta un 96% del valor económico total de esos bosques. Esta carencia determina que en el cálculo del producto bruto interno (PBI) -definido como la corriente de bienes y servicios que se produce durante un año- la madera de un bosque talado se compute como un aumento y que nada se diga acerca de los servicios que se extinguen como consecuencia de ella. Así, la desaparición de funciones clave para nuestro bienestar no es percibida por la sociedad, aun cuando sea la misma sociedad la que deba afrontar esas pérdidas, de modo directo, con menor calidad de vida y, de modo indirecto, a través de la necesidad de financiar obras de infraestructura para evitar inundaciones. En nuestro país, el desmonte de cientos de miles de hectáreas sigue siendo, lamentablemente, una constante en el monte chaqueño, en las yungas del Noroeste y en la selva paranaense en Misiones. Es cierto que se están desarrollando nuevas tecnologías para lograr que nuestro consumo de combustibles basados en el carbono resulte menos contaminante y más eficiente. No menos cierto es que también se están desarrollando nuevos proyectos para aprovechar energías renovables, más limpias. Pero sin duda el cambio climático está poniendo en tela de juicio nuestro estilo de vida y nos está forzando a modificar nuestro comportamiento y nuestra relación con el planeta. Resulta imprescindible revertir este fervor dañino que muchas veces nos impide ver esa imagen actual de la Tierra. Una imagen que revela la irreversible pérdida de la biodiversidad, el avance de la deforestación y de la erosión del suelo, sobrepesca, el aumento de gases emitidos prácticamente por casi todo lo que hacemos y muchos cursos de agua transformados en verdaderas cloacas. Se trata de un fenómeno mundial que nos obliga a preguntarnos si estamos en condiciones de plantearnos cambios que vayan más allá de lo meramente coyuntural, un desafío ético imperioso que implica modificar una lógica autodestructiva. Pero no solamente es factible, sino además indispensable, realizar cambios que impliquen mejoras duraderas. Es la única manera de asegurar la capacidad de nuestro planeta de sostener una vida digna para las generaciones futuras. Quizás el hecho de que exista un día del medio ambiente, como el de hoy, sea una prueba contundente de que aún no nos reconocimos como parte de él.

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